domingo, 12 de septiembre de 2010

Capítulo 10

Nos encontrábamos desplomados sobre la cama, uno al lado del otro, intentando recuperar el aliento y la respiración.
Al poco rato, y debido al cansancio, Aitor se quedó totalmente dormido. Giré mi cabeza un poco, mirándole y pensando en todo aquello que acababa de pasar entre los dos. No sabía que me había pasado, suponía que no pude resistirme al beso que me dio en el salón y me dejé llevar sin pensar en nada.
No quería seguir pensando más sobre ello, por lo menos por el momento, así que opté por dormirme y esperar a que llegase el día siguiente.

[…]

Ya era de día, y me desperté por la luz que se clavaba directamente en mis ojos.
Me encontraba abrazada a Aitor, y mi cuerpo estaba tapado por la fina sábana de su cama. Cuando conseguí abrir los ojos, me di cuenta de que aún estaba en aquella habitación, y me acordé de nuevo de todo lo ocurrido y con quien había pasado la noche. Sentía en mis oídos la respiración de él, una respiración lenta y relajada. Elevé mi mirada hacia su cara, observando como aún seguía dormido.
Me incorporé en la cama con cuidado, saliendo de ella después. Cogí mi ropa, la cual se encontraba esparcida por los diferentes lugares de la habitación.
Cuando había cogido todo, me dirigía a mi habitación, donde lo solté todo, y luego al baño, donde me pegué una buena ducha.

Salí del baño, mirando por todos lados por si me cruzaba con Aitor, pero él se encontraba aún en su habitación.
Entré en la mía, donde me puse algo de ropa de estar por casa.
Salí de allí, dirigiéndome hacia la cocina. Cuando entré en ella, observé como Aitor se encontraba de espaldas a mi, preparando su desayuno.
Sin querer hice un pequeño ruido, pero el suficiente como para que Aitor se percatase de mi presencia.
Se giró, viéndome junto a la puerta.

- Vaya, si es mi querida amiga Nathalie – sonrió al verme.
- Buenos días… - entré a la cocina, esquivando su mirada.
- ¿Qué pasa, no has dormido bien? – seguía con su sonrisa. A lo que yo no respondí, no sabía ni que decirle ni como mirarle después de la noche que pasamos – Venga ya… ¡no me digas que ahora te arrepientes!
- ¡No, para nada! ¡Si fue increíble! – se me escapó, y él soltó una sonrisa triunfal – O sea… que estuvo bien… - intenté corregirme, pero él sabía a la perfección lo mucho que yo había disfrutado con él aquella noche, así que mantuvo su sonrisa triunfal – Además, lo que ha pasado… ha pasado y punto – me atreví a mirarle un poco.
- Vale, y según tú… ¿qué ha pasado? – me acorraló entre la encimera y su cuerpo.
- Pues que… - me quedé casi muda al ver como cada vez era más intenso su acorralamiento.
- ¿Qué? – sonreía cerca de mi.
- …que nos dejamos llevar ante la situación y pasamos juntos la noche… - solté como podía.
- Se te ve nerviosa… - insinuaba.
- ¿Yo, nerviosa…? – intentaba retroceder, pero era imposible, mi espalda ya estaba totalmente empotrada contra la encimera.
- Ah… ¿no estás nerviosa?
- No, para nada…
- Entonces… ¿por qué no puedes apenas hablar y te tiemblan las manos? – miró mis manos apoyadas sobre la encimera. Bajé mi mirada hacia ellas, y no respondí, no sabía que decir ante aquello - ¿vas a seguir negándome que no estás nerviosa? – insistía acercando más su cara hacia la mía.
- S…Si… - salí como pude de su acorralamiento, dirigiéndome al salón. Aitor se quedó en la cocina, decidió dejar el asunto así, por ahora.

Cogió su café y se sentó en unas de las sillas que había al lado de la barra de la cocina, de las que daban al salón, y se tomó el café allí, girado hacia mí.

- ¿No piensas desayunar? – soltó sin más.
- No tengo hambre… - miraba la TV.
- Un día te va a dar algo… comes muy poco – dijo mirándome preocupado.
- Da igual… - dije sin más - …tampoco creo que te enterases – esto último quería decirlo para mi misma, pero sin darme cuenta lo dije en voz alta, provocando una mirada atónita de Aitor. Tras darme cuenta de que lo había dicho en alto y de que él lo había escuchado con claridad, lo miré un poco parada, no sabía como retirar lo que acaba de soltar por mi gran bocaza. El chico se levantó de la silla, y fue directamente hacia su habitación, pegando un portazo con la puerta de esta.

- Aitor… - me levanté deprisa, yendo hacia la puerta. – Aitor… lo siento… no quería decir eso… - nadie respondió – Aitor… por favor… - todo estaba en silencio – Voy a estar aquí hasta que te decidas a salir… no me pienso mover la puerta… - me senté en el suelo, apoyando mi espalda en el marco de madera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario