jueves, 30 de diciembre de 2010

Capítulo 16

Las siete de la mañana, el despertador sonaba con su habitual ruido incómodo mientras la luz comenzaba a atravesar las rosadas cortinas sobre las cristaleras de la habitación.
Me levanté de la cama con una extraña sensación, quizás por aquello de no sentirte en tu espacio. Froté mis ojos con las yemas de los dedos, a la vez que un bostezo se escapaba de mi boca. Mis pupilas quedaban inundadas, y las cortinas de la habitación se abrían lenta y levemente. La intensidad del sol se veía reflejada en mi cara, y mis párpados caían sobre mis ojos, cerrándolos por la incomodidad de la luz sobre ellos.
Poco a poco, mi vista se iba acostumbrando a esa claridad, hasta que pude divisar con plenitud aquella hermosa ciudad en la que me encontraba. 
Su hermosura brillaba por momentos: una amplia calle llena de edificios frente al hotel, con tiendas en los bajos y viviendas en el resto, rodeado de grandes árboles de todo tipo por todos lados. Se podía comprobar la lejanía del verde bosque en cada uno de los estrechos callejones que separaban los últimos edificios que la vista humana alcanzaba a ver. En los lados del paisaje, había grandes terrenos ocupados por el sector comercio y productivo.

Miré abajo, pudiendo observar como la gente paseaba con toda la elegancia, y como los niños más pequeños jugaban con sus amigos, hermanos o padres a las puertas de sus lugares.
De todo esto, hubo algo que me llamó bastante la atención: una niña, agarrada de la mano de un chico, miraba hacia la ventana de mi habitación, saludándome inocentemente con la mano.
Al verla, le mostré una sonrisa, devolviéndola así su saludo.
De repente alguien tocó a la puerta, y tuve que abrir, encontrándome al otro lado de ella a Alessia.

- ¡Muy buenos días! - abrió sus brazos mientras pegaba un pequeño salto, divertida.
- Y tú, ¿qué haces aquí? - reí, bostezando un poco.
- Nath, se dice hola - refunfuñaba, entrando.
- Hola, hola - respondí rápido - ¿qué haces aquí? 
- Venir a darte los buenos días, querida - puso morritos.
- Ya, claro, y yo soy rubia - me eché a reír - Anda pava, que ya sé que has venido por Álvaro, el botones.
- ¡Así que se llama Álvaro! - se mordía el labio, imaginándolo.

Tras verla así, comencé a reír a carcajadas. Después me metí en el baño a darme una ducha y, a continuación, me vestí.

Salimos del hotel, dirigiéndonos a un puesto donde vendían café y algo de bollería.
Ambas nos compramos un café y un donut, sentándonos después a tomárnoslo en el banco de un parque de las cercanías del hotel.

- ¿Te imaginas que ahora, sin más, llegue un buenorro y me diga que quiere pasar el resto de su vida conmigo y que me case con él?
- Eso es imposible, de un día para otro no va a llegar un tío que te diga eso - reí leve, pegando un mordisco a mi donut.
- Bueno, pero no me quites las ilus... - iba a decir, pero fue interrumpida por una niña a la que se le había escapado el balón, la misma que antes me había saludado. Alessia cogió el balón y se lo dio con una sonrisa.
- Toma, guapa. Ten cuidado, no se te vaya a perder - le acarició el pelo.
- ¡Paola! - vino rápidamente un chico, en busca de la niña - Paola, te tengo dicho que no te alejes...
- Pero mi balón se había escapado... - dijo muy inocente, mirando al chico.
- No se preocupe, yo le di el balón y ya se iba - le explicó Alessia, con una sonrisa.
- Bueno, está bien - le dijo a la niña. Después nos miró, en especial a Alessia - Muchas gracias  entonces - sonreía de una manera encantadora, y ella le respondió con otra igual.
- Por cierto, muy guapa su hija - soltó ella.
- Oh, no no - negaba con las manos - No es mi hija, es mi prima... la suelo cuidar de vez en cuando - aclaró, riendo leve.
- ¡Anda, pues pensé que era tu hija y todo! - rió avergonzada.
- ¿Te parece si te doy mi número y me llamas cuando puedas? - soltó el chico de repente, sacando del bolsillo de su pantalón una tarjetita, ofreciéndosela.
- ¡Oh, claro! - la cogió con una gran sonrisa plasmada en su cara. El chico se la devolvió, agarrando la mano de la pequeña niña y yéndose.
- Bueno, no me ha pedido que me case con él, ¡pero por algo se empieza! - suspiraba embobada, mirando la tarjeta. Yo reí al verla de tal manera.

Al poco rato nos fuimos de allí, dirección a la oficina.
Durante todo el trayecto, Alessia estuvo hablando de aquel chico. No paraba, era como un disco rayado... siempre repitiendo lo mismo una y otra vez.

- A ver, Alessia... - suspiré - ¿Cuántas veces me has repetido lo guapo y simpático que parece ese tal Diego?
- ¿Muchas... veces...? - fruncía el ceño.
- Exacto - asentí a la misma vez con la cabeza - Así que cállate un poquito ya, ¡que eres peor que los loros! - me toqué la cabeza, haciéndole saber que me dolía  de escucharla diciendo lo mismo tantas veces.
- Vale, vale... - arrugaba la frente y ponía algo de morros, refunfuñando.

Nos separamos, cada una se fue a sus labores mientras los minutos pasaban veloces.
A media mañana, Alessia y yo fuimos a tomar un café a la salita correspondiente de la empresa. Ella no paraba de hablar y hablar... eso sí, todo sobre lo "buenorro" que estaba el chico del parque, Diego. Como no.
Mientras, alguien escuchó un poco de nuestra conversación, a nuestras espaldas, sin que nos percatásemos de ello, ya que ambas estábamos distraídas.

- Oye, que digo yo... - dije mientras miraba la sección de anuncios del periódico - ...si tanto te gustó, ¿porqué no le llamas? te dio su número.
- ¿Debería? - me miró de repente.
- Pienso que sí... - subrayé uno de los anuncios de vivienda - aunque bueno, puede pensar que eres una desesperada. 
- ¡Dios no!
- O, por otra parte, puede pensar que le gustaste mucho. Cosa que sería positiva, ¿no? - solté una pequeña sonrisa.
- Puede ser... - hizo una mueca - ¡pero entonces estoy en las mismas! - suspiró.
- Si me permitís la interrupción... - dijo aquel chico que estaba a nuestras espaldas - ...pienso que deberías esperar unos días a llamarle... créeme, si lo llamas ahora, pensará que estás desesperada - mostró una agradable sonrisa, sentándose en una de las sillas.
- Tú... - se me escapó bajo, pero con el suficiente tono como para que ellos se enterasen.
- Muy buenas - sonrió, mirándome - de nuevo - continuó.
- ¿Os conocéis? - preguntó Alessia, levantando una de sus cejas.
- ¿Me estás siguiendo? Porque sino no me explico esto - solté con un tono gracioso, provocando en el chico una leve risa.
- No, para nada. Trabajo aquí, soy fotógrafo. 
- ¿Fo...Fotógrafo? ¿Aquí? - dije asombrada.
- Exacto - asintió con la cabeza - Ya me enteré que tienes un puesto aquí, vi como tu ficha la llevaba el jefe - sonrió de nuevo - A ver si eres tú la que me está siguiendo a mi... - tomó un poco de su café, y yo reí ante aquello.
- ¿Hola? ¿Alguien me escucha? - insistía Alessia tras ser ignorada.
- Nathalie... te llamabas, ¿verdad? - dijo, y yo asentí.
- Lucas, ¿no? - alcé uno de mis dedos, señalándolo un poco.
- Eso mismo pero sin la "s" - soltó una risita.
- Luca... - dije tras pensarlo unos segundos.
- Eso está mejor - pegó un último sorbo de su café, observando mi lista subrayada de anuncios de viviendas - ¿Buscas piso?
- Si, algo sencillo - bajé mi vista al periódico.
- Si, yo también busco... ¡que me hagáis caso! - decía Alessia, medio desesperada.
- Tengo a un amigo que busca compañero o compañera de piso, iba a poner un anuncio mañana pero si quieres le digo que espere... así eres la primera.
- ¿En serio? - dije algo sorprendida.
- Claro, yo se lo comento - cogió un bolígrafo, escribiendo sobre el periódico una dirección - Ve allí esta tarde, a las 7.
- Por supuesto, ¡allí estaré! - le dediqué una amplia sonrisa - ¡Muchas gracias por tercera vez!
- No hay de qué - se dirigió a la puerta para irse, pero al llegar a ella se giró - Por cierto, encantado por tercera vez - sonrió, imitándome - y... bonita sonrisa - salió de aquella habitación, dejándome un poco sonrojada.
- Bueno, ¿me vas a hacer caso de una vez? - dijo Alessia - Nathalie............. ¿Nathalie?............. ¡Nathalie!............. - insistió varias veces al no obtener respuestas - ¡Aaaaaaaaag, que mujer! - refunfuñaba una y otra vez.