lunes, 30 de agosto de 2010

Capítulo 5

Como una mañana más, llegué a la oficina. Al entrar, saludé a todos mis compañeros como loca, siempre era lo mismo… una gran rutina diaria.
Subí con paso ligero al tercer piso, donde tenía mi despacho. Al llegar, continué con los saludos mañaneros, dirigiéndome a mi particular despacho.
Dejé mi bolso sobre la estantería, miré mi correo correspondiente, atendí a las diferentes llamadas que entraban a mi teléfono, maqueté algunos artículos y entrevistas, solucioné unos cuantos papeleos… todo aquello es lo que solía hacer todas las mañanas, todos los días lectivos. ¿Ahora me creéis cuando digo que mi trabajo es agotador, duro e intenso?

De repente se abrió la puerta de forma brusca, pegándome un susto y haciendo que pegase un pequeño saltito sobre la silla.

- Nathalie, ¿tienes los informes que te pedí? Los necesito ya. – me decía un poco nervioso, mi jefe.
- Si si, como no. ¿Pero no eran para mañana? – Lo miré sin entender y me puse a buscar la carpeta que los contenía.
- Si, pero si quieres el puesto que te conseguí los necesito ahora. Tengo que enviarlos por fax, quieren ver tu trabajo ahora.
- ¿Ahora? Me dijiste que mañana los enviarías– dije mientras una de mis manos elevaba la carpeta que los contenía.
- Si si, pero me acaban de llamar diciendo que los quieres ahora –posó su mirada en la carpeta-
- ¿Son estos? – abrí la carpeta para echarles un vistazo.
- Que si, que si… ¡que son justo esos! – extendió la mano, esperando que se los diese. Pero no se los dí.
- Gonzalo, aún tengo que retocarle algunas cosas… no están como deberían estar – seguí mirándolos.
- ¡No digas tonterías, seguro que están geniales! – me los quitó de la mano, cerrando la carpeta mientras los organizaba un poco – Luego te comento que me dijeron – se dirigió hacia la puerta.
- Vale, pero antes échales un vistazo… por si acaso. – Me levanté de la silla, mirándolo.
- Eres cabezota, ¿eh? – sonrió un poco, abrió la carpeta y miró los papeles del informe por encima. Al terminar de mirarlos un poco, me miró serio - ¿Esto que es?
- ¡Lo sabía. Están fatal! Anda, déjeme que los retoque un poco – extendí mi mano, esperando a que me diese la carpeta. A lo que él comenzó a reír.
- Te preocupas demasiado – me guiñó un ojo, terminando de reír - Sigue así y el puesto es tuyo de por vida – me regaló una sonrisa satisfactoria, enseñándome la carpeta en su mano.
- No vale, usted sabe que esos sustos no me gustan nada – solté un suspiro de alivio.
- Relájate – acercó su mano a mi hombro, apoyándola en él – sé que eres perfecta para el puesto, al igual que también sé que en cuanto ellos vean estos informes les vas a parecer la mejor de las candidatas. Hazme caso y tranquilízate – sonrió de nuevo y abrió la puerta del despacho para poder irse a mandar esos papeles.
- Muchas gracias – dije un poquito avergonzada por todo lo que me dijo.

Gonzalo era casi como un padre para mí. No era muy mayor, tenía unos 39 años, casi 40… pero aún así, le tenía un cariño de padre. Siempre me apoyaba en todo y me aconsejaba en lo posible. Lo dicho, casi como un padre.

- Tan modestita como siempre – rió leve. A lo que yo reí con él.

Tras esto, mi jefe salió de allí, yendo hacia su despacho para enviar los informes.

[…]

Terminó mi jornada, era jueves, por lo que solo faltaba un solo día para hacer una pausa en esa rutina.
Salí de mi despacho tras coger mis cosas.
En el pasillo del piso se encontraba mi jefe, de nuevo parecía dispuesto a pararme para hablar.

- ¡Nathalie, espera! – gritó para que lo escuchase y no me escapase de charlar con el. A lo que yo le respondí girándome. – He hablado con los del puesto, y me han dicho que les pareces perfecta para cubrirlo – plasmó una de sus sonrisas en su cara.
- ¿En serio? – dije sin más, no tenía palabras.
- ¡Totalmente! – seguía sonriendo – así que muy pronto me perderás de vista – reía.
- ¿Muy pronto? ¿Cuando?
- Mañana. – se puso serio – mañana es tu último día aquí.
- ¡¿MAÑANA?! – se me escapó demasiado alto.
- Si, el lunes quieren tenerte allí. Así que mañana será un día clave para esta empresa.
- ¡¿EL LUNES?! – se me volvió a escapar el mismo tono.
- Si, ¿no te alegras? Vas a empezar un nuevo trabajo… en otro lugar, con otra gente…
- Si si, todo eso me encanta y está muy bien. Pero llevo años trabajando usted y con estos compañeros – miré para todos lados- y se me va a hacer un poco duro eso de despedirnos en tan poco tiempo y teneros tan lejos…
- ¡Hey! No no – decía meneando el dedo de un lado a otro, enseñando una negación – ¡de penas y tristezas nada! – sonreía.
- Se me va a hacer difícil… sois como mi segunda familia. – suspiré tristemente.
- Vas a estar bien – puso una de sus manos en mi cara – y sé que lo harás genial – sonrió – Y anda, vete a comer, que ya es muy tarde y te has quedado tiempo de más. – apartó su mano de mi cara para señalar el reloj que había sobre la pared. A lo que yo me giré para mirarlo.
- Si, me voy a ir yendo ya… que seguro que Aitor me está esperando.
- ¿Aitor? ¿Tu amigo que desapareció? – me miró extrañado.
- Si, ese mismo… es una larga historia. – me aparté el pelo de la cara - Oye, mañana hablamos, que se me hace tarde. – le sonreí un poco y salí corriendo de allí tras despedirme de él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario