viernes, 27 de agosto de 2010

Capítulo 4

Me encontraba tumbada en el sofá, dormida. La televisión estaba encendida, y el mando colocado levemente sobre mi mano caída. Estaba cansada.
Aitor, al salir de su habitación, me encontró en aquella situación, así que no dudó en ningún momento en acercarse a mí, coger el mando de la televisión con cuidado, y apagarla para que dejase de emitir ese absurdo programa.

Era tarde, casi de madrugada. La noche era fría, ya que estábamos a mediados de febrero. Y el silencio inundaba completamente aquel pequeño piso.
El chico decidió llevarme a mi habitación, pensaba que debía de descansar como dios manda. Mi trabajo era duro e intenso, y necesitaba tener las pilas al máximo.
Me cogió en sus fuertes brazos, cargando mi peso en ellos y llevándome hasta la habitación.
Al llegar a mi cama, me posó sobre ella con mucha delicadeza, intentando evitar que me despertase de ese profundo sueño que siempre tenía. Luego, me tapó con las sábanas de la cama, y después de permanecer a mi lado unos cuantos segundos con su mirada fija en mí… me besó la frente, saliendo después de allí.

[…]

Un nuevo día comenzaba. El sol atravesaba las cristaleras del piso, inundándolo con el brillo de la luz mañanera.
Estaba tumbada en aquella cama de sábanas blancas, durmiendo con total plenitud, hasta que el ruido de mi despertador consiguió deshacer el sueño en el que me encontraba.
Tras buscar varias veces el despertador sobre la mesita de noche y conseguir apagarlo, me incorporé sobre la cama, sacando los pies de ella y quedándome sentada allí.
Cuando quité un poco el gesto de sueño de mi cara, me dirigí hacia el baño, donde me refresqué un poco las neuronas y me aseé.
A continuación, con tan solo una toalla rodeando mi cuerpo, salí del baño, encontrándome a Aitor apoyado sobre la pared de al lado de la puerta, esperando a que yo saliese de ahí.

- Uy, esto es provocación, ¿eh? – me miraba de arriba abajo, sonriendo.
- Habló – reí mientras miraba su torso desnudo.
- ¿Qué pasa? Duermo así. ¿Te gusta? – me acorraló entre la puerta y él.
- No digas tonterías – le miré nerviosa, y pasé por debajo de su brazo apoyado en la pared. Me dirigí hacia mi habitación, notando su miraba clavada en mí.

Una vez vestida y arreglada para ir a trabajar, salí de mi habitación y fui hacia la cocina, donde volví a encontrarme con Aitor.
Cogí una taza, llenándola de café y sentándome después en una silla frente la encimera.

- Que pena, ahora estás más tapadita – se apoyó sobre la encimera con su sonrisa en la cara, frente a mi, quedándose muy cerca mientras decía esto.
- Oye, a ti esto de estar perdido por ahí varios meses no te ha sentado muy bien, ¿no? – le aparté la cara con la mano, riendo un poco.
- ¡Al revés! Me ha sentado de maravilla… - volvía a acercar su cara.
- Pues me alegro – permanecí con mi cara frente a la suya – pero mejor que guardes distancias si no quieres acabar durmiendo en el rellano – solté una de mis sonrisas mientras una de mis manos cogía la taza de café, terminándomela y dejándola sobre la mesa. – Bueno, yo me voy ya, que si no llego tarde… - me levanté de la silla y cogí mi bolso.
- Vale, yo te espero aquí, preciosa.
- No no, tú vas y te buscas un trabajo… si no pretendes fugarte de nuevo, claro. – reí, pero noté como una de sus peores miradas se dirigía hacia mí. – Vale vale, ya me voy… - me dirigí hacia la puerta.
- Antes dame un besito de despedida – dijo poniendo morritos, esperando recibir ese beso.
- Vuelvo luego, no me voy para siempre – reí intentando esquivarle.
- Vale, pues dame un besito de ‘’hasta luego’’ – puso de nuevo morritos.
- Anda, déjame, que voy a llegar tarde – reí de nuevo al verle y lo esquivé definitivamente, saliendo del piso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario