viernes, 20 de agosto de 2010

Capítulo 1

Todo comenzó el 18 de Febrero de hará unos tres años, aproximadamente.
Yo era una chica normal. De trabajo normal, vida social normal, amigos normales, noches de juerga normales… todo normal.
Trabajaba de periodista en una vistosa revista de Madrid, publicada por toda España.
Un día, más concretamente un 17 de Febrero, recibí una llamada desde un número un poco más largo de lo habitual. Esa llamada no tuve tiempo de contestarla, pero tampoco le di mucha importancia. Supuse que era un número de operadora publicitaria, así que no me molesté en devolver la llamada.

Al día siguiente, regresé a la oficina, como un día más.
Entré en mi despacho tras saludar a todos mis compañeros por los pasillos de la empresa. Allí, sentado en la silla de mi despacho, se encontraba esperándome el director de la revista.

- Hola, señorita – decía, sentado en la silla mientras me miraba fijamente.
- Ho… Hola – le miré - ¿Qué hace usted aquí? – pregunté un tanto sobresaltada por el susto.
- Esperándole – meneaba el bolígrafo de un lado a otro con su mano derecha.
- ¿Pasa algo? – estaba nerviosa, y se notaba.
- Tengo que hablar con usted – se levantó de la silla – acompáñeme a mi despacho, por favor. – se dirigió hacia la puerta, abriéndola, y saliendo de allí.

Caminaba por el pasillo del tercer piso de la empresa, dirigiéndose hacia su despacho. Yo detrás de él, sentía como todos mis compañeros miraban tal escenita.
En ese momento estaba intranquila, no sabía si esperarme algo bueno de todo aquello, o por el contrario, algo malo.
Una vez en su despacho se sentó sobre su cómoda silla.
- Y bien, dígame – dije, mientras cerraba la puerta de su despacho.
- No, dígame usted – me miraba de nuevo fijamente.
- ¿Qué le diga el qué? – solté una sonrisa nerviosa.
- A ver, vayamos al grano – inhaló un poco de aire - ¿Usted no ha recibido ninguna llamada extraña últimamente?
- Pues… - pensé durante unos segundos, recordando así la llamada del número largo del día anterior - …ahora que lo dice… Ayer me llamaron de un número un tanto raro, un poco largo. Pero no hice caso de él.
- ¡¿Que no hiciste caso de él?! – se levantó rápido de la silla, apoyando fuertemente sus manos sobre la mesa de madera, haciendo que emitiera un ruido forzoso.
- ¿Hi… Hice mal? – pregunté nerviosa, alejándome un paso hacia atrás debido al susto.
- ¿Qué si hiciste mal? – me miraba serio, apoyando aún su peso sobre la mesa. – ¡Menos mal que luego me llamaron a mi para saber que pasaba! – me decía un poco alterado – Nathalie, esa gente no es de insistir en nadie. ¿Usted sabe el trabajo que me ha costado conseguirle ese puesto? – se incorporó, metiendo sus manos en sus bolsillos.
- ¿Puesto? ¿Qué puesto? – Le miraba sin comprender nada.
- Este… - cogió una carpeta anaranjada que había sobre la estantería que estaba tras su espalda, para después lanzarla sobre la mesa con suavidad.

Me acerqué hacia la mesa, cogiendo la carpeta, y abriéndola para echar un vistazo a los papeles que había dentro de ella.
Poco a poco mi cara se iba transformando. De susto, a total sorpresa.

- ¿Me está usted hablando en serio, o es una de sus bromas? – elevé mi cabeza, apartando mi mirada de aquellos papeles, y mirándole con mi sonrisa nerviosa.
- ¿Aún lo pregunta? – sonreía con las manos en sus bolsillos.
- Madre mía, no sé que decir… - miraba una y otra vez los papeles.
- ¿Las gracias? ¿Decir que no les vas a fallar, que a mi tampoco me vas a defraudar y que puedo confiar plenamente en usted? – rodeó la mesa, pasando por detrás mía, y sentándose suavemente sobre la mesa… sonriendo de nuevo.
- ¡Por supuesto! ¡Mil gracias, de verdad! Aún no puedo creer que haya confiado en mi para algo así… - le zarandeé las manos, una y otra vez.

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