domingo, 10 de octubre de 2010

Capítulo 14

Con el sobresalto, me giré hacia la persona que me acababa de sorprender, como un acto reflejo, pegando un gritito a la vez.

- Tranquila, no te asustes – reía un poquito.
- Uff… que susto me has metido… emmm… Luca… - se me escapó una risita nerviosa, ya que en un principio no había recordado su nombre.
- Oh, lo siento, no era mi intención – sonreía – te vi un poco nerviosa, y pensé que quizás yo podría ayudarte, ya que por lo que veo no hay manera de que consigas comunicarte con la operadora – miraba mi móvil con una sonrisa graciosa.
- Si, bueno… o ella no me entiende… - miré mi móvil de una manera un tanto divertida, produciendo en él una pequeña risita. Observé como el número de teléfono aún estaba activo. Me coloqué el móvil en la oreja, intentando que ella comprendiese lo que decía.
Luca, tras observar mi desesperación y ganas de mandar al quinto carajo a la operadora, decidió intervenir.

- ¿Quieres que te ayude? Recuerda que soy italiano… - tendió su mano abierta, esperando que colocase sobre ella el teléfono.
- ¿En serio? La verdad es que me harías un enorme favor… - sonreí, dándole el móvil. Él lo cogió y se lo colocó la oreja, comenzando así a hablar en italiano con la operadora. Era increíble la fluidez que tenían los italianos para hablar entre ellos, realmente me quedé sorprendida.
- En un rato estará tu taxi aquí – me comunicó tras colgar y devolverme el móvil.
- ¡Muchísimas gracias! o… molto grazie! ¡No sabes cuanto te lo agradezco!

El chico sonrió y cogió sus maletas, que las había dejado en el suelo, y miró hacia uno de los taxis que se encontraba a un lado de la acera, junto a él se encontraba una chica que parecía estar esperándole.

- Un placer haberte conocido – sonrió, a lo que yo le respondí con otra sonrisa. Él se giró con sus maletas en mano, y se dirigió hacia donde se encontraba la chica. Ambos se introdujeron en el coche mientras comentaban sobre algo. No sé que sería ese algo, pero en ese momento tenía la sensación de que el tema de conversación era yo.

[…]

Tras dejar las maletas bien colocadas en el maletero, me monté en el taxi, el cual acababa de llegar, y le pedí al conductor que me llevase a las oficinas de la revista italiana en la que iba a trabajar desde ese mismo día.
Me fijé en el reloj del taxi, viendo que eran las 11 de la mañana. Era comprensible que llegara a trabajar el primer día a esas horas, ya que yo debí de coger mi vuelo hacia Milán a primera hora de la mañana, y obviamente no podía llegar más temprano.

Al parecer las oficinas no estaban tan lejos, por lo que llegué más rápido de lo que esperaba.
Tras pagarle al taxista lo que estaba expuesto en el marcador, salí del auto, y me introduje en el edificio por la puerta principal, la cual estaba muy remarcada con un gran cartel con el nombre de la revista.

- Perdone, ¿me puede indicar donde está el señor… - saqué de mi bolsillo el papel que contenía el nombre del director - …Garibaldi? – le pregunté a la recepcionista.
- Espere un momento. – me dijo en perfecto español, y llamó por el típico teléfono de recepcionista. Tras unos segundos, me miró – Le está esperando en el despacho del final del pasillo del cuarto piso – me indicó.
- Gracias. – le agradecí, y me dirigí así hacia la puerta del ascensor, donde parecía estar esperando unas cuantas personas más.

Me metí en el ascensor con un montón de gente más, íbamos todos demasiado pegados, y en algún momento noté un cuerpo más cerca de lo normal, por lo que cuando llegué a la cuarta planta di gracias al señor por dejarme salir de ahí.
Atravesé uno de los pasillos de la cuarta planta, el que parecía ser el más grande, suponiendo que al final de ese pasillo estaría el despacho del Sr. Garibaldi, ya que la recepcionista no me indicó cual de los pasillos era el que debía de coger, pero aún así escogí bien. Llegué al final del largo pasillo, parándome frente a una puerta con una placa dorada sobre la que ponía: ‘’INDIRIZZO – Mr. Garibaldi’’… o como diríamos en España: ‘’DIRECCIÓN – Sr. Garibaldi’’.
Di unos suaves golpecitos sobre la madera de la dura puerta, escuchando un: ‘’Può passare’’. Tras escuchar esto, supe que me estaba dando permiso para poder entrar, por lo que abrí un poquito la puerta, lo suficiente para poder asomarme.

- ¿Sr. Garibaldi? – pregunté por si acaso. A lo que él asintió con la cabeza, y con sus manos me ofreció asiento.
- Usted debe ser Nathalie, ¿o me equivoco? – me miró con una sonrisa, así que asentí con otra. - ¡Oh! ¡Es un verdadero placer conocerle! – me tendió la mano - ¡Gonzalo me habló muy bien de usted!
- ¡No por dios, el placer el mío! – sonreí, agarrándole la mano y agitándola suavemente unas cuantas veces.
- Bueno, y… ¡usted dirá! ¿Cuándo empieza? – me soltó la pregunta de golpe.
- Pues… ¡cuando usted quiera, como si quiere que empiece ahora! – le contesté animada.
- Bueno, supongo que va a estar en un hotel hasta que encuentre un piso y que aún no pasó a dejar sus maletas, ¿verdad? – miró mis maletas junto a mi. Asentí con la cabeza, riendo. – Bueno, y supongo que querrá conocer un poco su nueva ciudad, ¿verdad? – volví a asentir. – Vale, pues… ¿qué le parece si hace todo eso hoy y mañana empieza a primera hora de la mañana? – sonrió de una manera bastante simpática.
- ¿Enserio? – estaba muy sorprendida por ello, la verdad.
- ¡Claro! Ahora mismo llamo a alguna de mis empleadas para que le acompañe al hotel y le enseñe un poco la ciudad – sonrió mientras cogía el teléfono de la oficina.

[…]

- ¿Mi stati chiamando? – dijo una chica que acaba de llegar al despacho. El director de la empresa asintió y la hizo pasar.
- Nathalie, ella es Alessia. Va a ser tu compañera durante el tiempo que estés por aquí, y hoy te va a acompañar en todo. Además, si necesitas algo, pídeselo a ella, ya que es la que sabe hablar español a la perfección – me aclaró.
- ¡Oh! ¿Una española? – dijo sorprendida, y asentí con la cabeza. - ¡Encantada! Soy Alessia, pero me puedes llamar Ale. Si necesitas algo… ¡ya sabes, soy todo oídos! – sonrió. La verdad es que la chica parecía bastante simpática. No la conocía, pero me daba buenas vibraciones.
- ¡Igualmente! Yo soy Nathalie, pero me puedes llamar Nath – sonreí de la misma manera que ella lo hacía.
- Bueno, pues espero que habléis mucho, os conozcáis y que aprendas mucho de Milán… así que, si me disculpáis… - nos ofreció salir. Asentimos y nos fuimos de allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario