sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo 15

Habíamos pasado por el hotel donde me alojaría durante unos cuantos días, hasta que encontrase un piso para quedarme. Después fuimos a dar una vuelta por la gran ciudad y, por supuesto, a visitar los sitios que formaban ese maravilloso lugar.

Ya habíamos visitado las zonas más populares de Milán, las necesarias para poder guiarme bien durante mi estancia allí.
La verdad es que Alessia se estaba portando genial conmigo, y estaba cuidando que supiese lo fundamental. Me mostraba confianza, algo que me asombró bastante, ya que no nos conocíamos, pero era muy simpática, me estaba empezando a caer bien. Además, ¡la chica era una gran guía de su ciudad! Si, Alessia era milanesa, era una de las cosas que me había estado contando durante ese maravilloso día que pasamos por el glamoroso lugar.
Por cierto, recuerdo que era un hermoso día soleado, con el habitual aire fresco a la época del año, y unas grandes y blancas nubes. Espléndido, en toda regla.

Íbamos de camino a mi hotel, ya que estaba agotada y además debía de descansar para el día siguiente.
Mientras, comentábamos algunas cosas sobre nosotras, para así conocernos mejor.

- Entonces eres española, ¿no?
- Sí, exactamente de Madrid – sonreí orgullosa, y ella mostró un rostro de un pequeño asombro.
- ¿Sabes? ¡Madrid es una de mis ciudades favoritas!
- ¿Enserio? – dije con todo animado.
- ¡Y tan enserio! Aun que, la verdad, nunca tuve la oportunidad de ir por España…
- Ah, ¿no? ¡Pues pensé que sí, por lo bien que hablas el idioma!
- Bueno, eso de debe a que mi padre es español, y aun que no lo parezca… ¡se pega! – soltó una leve sonrisa, y se la respondí con otra algo más intensa.

De repente el taxi se detuvo a las puertas del hotel, y tras despedirme de Alessia, salí del vehículo.

Entré en el edificio y, tras recoger las llaves en recepción, me adentré entre los diferentes pasillos, en busca de mi habitación.
Por culpa de mi torpeza de siempre, se me había olvidado el recorrido que debía hacer hasta ella.

- La 119… la 124… la 126…  vale, esta tampoco debe de ser la planta…

Subí las escaleras hasta el tercer piso, encontrándome de nuevo otros dos pasillos en direcciones contrarias.

- Esta planta debería de ser la de los trescientos… - miré a ambos lados - …probemos con este… - dije para mí misma, dirigiéndome al pasillo de la izquierda.

Comencé a mirar por aquel pasillo, que por cierto, era infinito, y me dispuse a observar cada uno de los letreros colgados sobre las puertas.
Tras comprobar que el número de mi habitación no se correspondía con ninguna de las puertas, me di media vuelta para poder atravesar el pasillo, y así entrar en el otro. A lo lejos pude ver a un chico, el cual parecía estar encargándose de que la gente encontrase sus habitaciones con total comodidad, por lo que anduve hacia él lo más rápido que pude, para que no se me escapase.

- ¡Perdone! – dije en un tono lo suficientemente alto para que me escuchase solo él, y no el hotel entero. El chico se giró, esperando a que llegase hacia él. – Perdone, ¿sabe donde se encuentra la habitación 340?  Es que se me hace imposible encontrarla entre tanto pasillo… - lo miré unos segundos, esperando una respuesta – …oh, ¡perdón! ¡Eres italiano y no me entiendes! Que torpeza la mía, ¡a veces se me olvida que estoy en Italia! Seguro que estás pensando: ‘’¿que dice ésta mujer?’’ pero es que no sé como decírtelo… ando escasa de italiano. Oh dios, ¿porqué no tomé clases de italiano? … Sé que no me entiendes, pero lo siento, ¡cuando estoy nerviosa no puedo parar de hablar, soy como un loro!
- No, no, tranquila, ¡si le entiendo perfectamente! ¡Soy español! – Echó una risita al escucharme hablar tanto en tres segundos. En ese momento creo que mi cara era un cuadro rojo, de ningún otro color.
- ¿De verdad? ¡Eso se dice antes! – suspiré – En ese caso, ¡que alegría que seas español! ¡Me vienes de perlas! – sonreí, aún avergonzada, y él me la devolvió.

Me llevó a mi habitación, y una vez dentro le agradecí su acompañamiento hasta allí.

- Por cierto, si necesitas de nuevo a un español, pregunta por Álvaro – añadió con una sonrisa antes de cerrar la puerta.
- Soy Nathalie, un placer – solté de inmediato.

[…]

Abrí mis maletas, buscando ropa interior limpia y algún pijama para poder irme a dormir, ya que me acababa de dar un bañito calentito y estaba medio dormida, además de que estaba algo cansada, y necesitaba recargar pilas para el día siguiente.
Eso sí, recuerdo que antes de irme a dormir me comí una rica pizza individual al puro modo italiano, la cual había pedido al servicio de habitaciones minutos antes. Umm… aún puedo olerla como si la tuviese delante, y saborearla como si la tuviese en mi boca. Fue la mejor pizza que pude comer en mi vida, sin duda alguna.

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